martes, 3 de mayo de 2011

fragmento de mi novela

Alba:

Al parece estoy enferma. Tos. Flema. En Barcelona nunca me enfermaba. Mi madre nos alimentaba bien. Rara vez caíamos enferma.
Ahora me siento débil. Los cigarros que me fumo por la ansiedad tampoco ayudan a mi salud.
Doy vueltas por esta ciudad: de madrugada, de tarde, de noche. Viendo películas mexicanas, sin sentido, vagando, buscando comics de infancia o máquinas fotográficas de segunda mano.
Toso y escupo.
Hoy me pasó algo curioso. Escupí sangre. La sangre salió de mis encías.
Doy vueltas por la ciudad: de noche, de madrugada, con frio y con calor. Por eso debo estar enferma. Dar vueltas me ha enfermado.
Como no he salido hoy, doy vuelta en la cama. Una vez acostada, sigo dándome vueltas. Me pelvis es el centro un reloj y las esquinas de la pieza son números irreconocibles.
No debo demostrarme nada. Esta vida me da asco. Mucho asco. Estoy demasiado triste esta noche. Tenía ganas de salir. Por mi bienestar no lo haré. Aunque podría ponerme a tomar. Después de dos o tres copas de vino la angustia desaparecería.

fragmento de mi novela

pablo:

Mi muerte tiene una justificación religiosa. Cuando deje el mundo terrenal, mi alma se reencarnará. No moriré. Solo cambiare de estado por un tiempo. No le tengo miedo al karma. Sé que mi misión en la tierra ha terminado. Espero la muerte impaciente.
Para no aburrirme estudio una carrera, voy a talleres (diversos, no concluyo ninguno) y preparo algunas obras y proyectos artísticos. Nada de relevancia. Formas vulgares de asesinar el tiempo. Las líneas de mis manos, la llamada quiromancia, no avalan mi teoría de muerte próxima, mas si la de que mi misión ha concluido, con o sin éxito, nadie podrá confirmarlo. Las líneas de mis manos me dicen que aunque he cumplido mi misión la hora de mi muerte no es próxima, que mi calidad de vida irá disminuyendo hasta perderme en una vejez aburrida. Una larga existencia sin motivación.
¿para qué esperar?
Me diluyo. Mi sien espera una bala. Mi cuerpo espera un impacto en el pavimento. Mi esófago espera veneno, o floripondio. Necesito llamar la atención. Necesito tocar fondo una vez más. Mi padecer es circunstancial. ¿Debo terminar lo que empecé? ¿Quien dice que debe ser así? ¿mis padres? ¿el estado? ¿Dios?