lunes, 16 de enero de 2012

Interrumpo mis estudios

Es demasiado tarde, me dice el pensamiento.
Mas no puedo dejar morir esta pasión. Este sueño me mantiene con los ojos y los pies en la tierra.

Quise acabar con mi vida de forma precipitada una y otra vez con un solo resultado: estar inquieto.

Un día te veré caminar nuevamente a mi lado, con nuestras manos estrechadas. Podré tocar tu zona lumbar, que es el recuerdo que más interrumpe mis estudios, y ver de cerca tus pupilas celestes, esas que me provocan insomnio.
Cada diez minutos reviso si has respondido el mensaje que te envié.
Las tengo todas para perder. Lo sé. Mentiras, azar, esquizofrenia.
Veo gente muerta en la calles, en las fotos de los diarios, en las imágenes de internet.
Gente que se cruzó en mi pasado y que está enterrada en mares de recuerdos.
Pero se me aparecen para recordarme que ya no soy un pendejo y el pensamiento vuelve a hablarme y yo lo vuelvo a negar.

Nunca es demasiado tarde para la metafísica, digo, pero no lo creo. Lo repito muchas veces deseando que sea verdad. Es posible, es posible, es posible.
¿Qué estarás haciendo, perla negra?

Puedo inventar: dibujando, bebiendo con amigas, conversando con tu madre, acariciando a tu gata helena, abrazando a tu pareja y recordando nuestro intenso beso en el bar , duchándote, pintando, en un galpón escuchando música, acostada leyendo a Kandinsky, haciendo origamis chuecos, maldiciéndome.
Y yo. ¿Qué estaré haciendo?
Te lo puedo contar: leyendo, viendo un partido de futbol, bajando música, comprando libros, grabando conversaciones en la calle, acompañando a mi abuela, fumando un cigarro, paseando a mi perra, bendiciéndote.
Te imagino imaginando lo que hago. ¿Me imaginas tú también?

Yo lo hago cada día e ignoro el porque.
El pensamiento me habla y trae a mi memoria cuando te vi por primera vez, que prácticamente fue la última vez también. Llevabas unos pantalones rojos y una chaqueta de cuero. Ibas algo borracha, no entendí porque lo estabas. En un impulso fugaz ya estábamos andando por las calles intercalando conversaciones cortadas y buscando licor para no pensar tanto. Cuando ya no te vi sentí un grito que aún hace eco en mis recodos interiores, rebotando al fondo de mi cuerpo, un valle enorme e inhabitado, donde hay un hombre aullando cada noche sin obtener un rumor, ninguna brisa, un frio compacto en el espinazo, simplemente nada es la contestación.

El pensamiento me refriega en la cara que es demasiado tarde. Me dice que me deje de quejar o que vaya al balcón a martillarme los dedos.
Pero el martillo lo uso para tensar una tela en una madera y pintar alguno de los retratos cubistas que te hago cuando, como ahora, interrumpo mis estudios.
El olor a oleo, acrílico, tabaco e incienso te gustaría, perla negra. Podemos cambiarnos de aquí sino te gusta, pequeña borracha, maravilla concentrada, inspiradora de las más bellas sinfonías que no sé componer, de las películas más atrevidas que no sé filmar, de los actos más irracionales y hasta crueles que se puedan perpetuar, de los aromas más amazónicos y frutales percibidos por el hombre, de los poemas más lindos que no sé escribir.

Responde pronto mis mensajes fruta tropical. La poca coherencia de mis actos algún día podré contártela.
¿Nos juntaremos entonces en Uruguay, perla negra?¿es cierto que en tres meses más nos veremos en Montevideo, buscando medio en broma, medio enserio, a los personajes descritos en las novelas de Cortázar, viendo los barcos partir, apropiándonos de calles, muros, plazas y librerías?

Te quiero tontita, vida mía. ¿Cómo no pude darme cuenta antes?
Ahora el pensamiento me dice que es demasiado tarde y sigo interrumpiendo mis estudios pensando en encuentros ficticios en forma detallada.
Observo a las personas transitando, abrigadas, pero con el sol en sus rostros guaraníes, de risos claros y sonrisas afables, son los habitantes de la capital uruguaya. Tú conoces una playa pequeña al sur de la ciudad.
Nos vamos en un bus celeste, tú vas a la ventana. No sabes si estás incomoda, feliz o extrañada. Te interrumpes continuamente.
Esta visión me está desgarrando por dentro porque es completamente irreal, irrealizable, lejana, remota. Ahora que la levanto, la posibilidad de volverla real se volatiza. Voy por el martillo y golpeo el dedo anular. Duele menos.
Somos seres melancólicos. Si te veo ¿Qué te digo?

Pero cabe la posibilidad, siempre y cuando no sea demasiado tarde, que solo vivamos, sin interrogatorios terribles, quiero decir, hablar. Solo hablar, mirándonos, tocándonos, sintiéndonos cerca.
Sintiéndonos bien.

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