sábado, 12 de junio de 2010

Escribiendo en el espejo

Laura me dijo un día que estaba harta de mí y de mis cuentos. Todas las noches escribía hasta bien entrada la madrugada. Fumando rubios y bebiendo vino en sorbos cortos. Escribía cuentos, poesía y ,a veces, avanzaba algún capítulo de mi novela.

A Laura no le molestaba ni el humo del cigarro, ni la luz prendida hasta tarde, ni el tipeo de la maquina, sino que cuando me quedaba sin acciones o conflictos para mis historias, inevitablemente me mezclaba con la protagonista o con su novia. Digo, me involucraba sexualmente.Fornicábamos en el sillón del living y luego ellas se evaporaban y seguían con sus vidas en mis folios.
Tenía un par de hijos en mis historias, las que muchas veces no concluía para no tener que hacerme cargo de ellos. Mis personajes eras bien bonitas o muy atrayentes. Le decía a Laura que esto era mi trabajo, pero ella no lo entendió a si que un día se fue de la casa en que vivíamos. Yo no podía pagar esa casa solo a si que me cambie a un departamento más pequeño.

Pero un día conocí a una mujer. Ella no recidia en el país. Iba de paso. Nos escribimos y decidimos juntamos a almorzar. Luego la llevé a mi casa, tomamos vino hasta el amanecer. Hicimos el amor en la mañana 2 veces seguidas. Finalmente ella se marchó después de tomar un desayuno liviano. Era la primera vez que tenia relaciones sexuales con una mujer de verdad después de Laura. Ese encuentro tan real despues de tanto sexo con personajes ficticios me hizo darme cuenta de que yo solo era una historia que se estaba quedando sin acciones. Que solo era un personaje de esa mujer que me escribía. Ahora estoy inconcluso, igual que mis historias viejas .


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